BITÁCORA DE SELENE

Bitácora de Selene; IV (5º parte) – La Serpiente Emplumada

Pasé varias horas hablando con ellos dentro de una conciencia nublada. Con mi vello de punta, sentía como la sangre recorría mi cuerpo agolpándose en mi nuca, donde se acumulaba gran cantidad de energía que de nuevo se expandía por mi piel. Los sonidos llegaban desde lejos, con cierto eco y percibía los colores de forma extraordinariamente vívida. Además, una gran sonrisa parecía haberse instalado en mí, hasta el punto de que me era imposible evitarla.

Isis, representada con alas y cuernos

En aquél camino de máscaras, a medida que hablaba con los demás, entré en un trance profundo aunque consciente. Supe que mis compañeros también se hallaban en la misma situación cuando, uno a uno, fui hablando con ellos.

Los cientos o tal vez miles de personas que se extendían alrededor de la pirámide también parecían haber alcanzado alguna especie de catarsis. Danzaban intercalando saltos y gritos que me parecían antinaturales y fue entonces cuando me percaté de que la luna comenzaba a tapar el astro solar.

A su vez, saliendo del templete que coronaba la pirámide escalonada, una figura comenzó a descender por las amplias escaleras.

Caminaba de forma majestuosa, momento en el que sentí una vibración poderosa en mi cabeza. Era como un eco, vacío y metálico, que preludiaba algo extraño. También comencé a percibir la vibración bajo mis pies, en el suelo del tablado y en las bebidas que reposaban en las copas.

Cuando la figura llegó a donde nos encontrábamos se paró frente a nosotros. En aquél momento, la luna tapó completamente al Sol dejando un anillo dorado alrededor del mismo. Tenía la apariencia de un lagarto con alas y vestía con una túnica metálica.

Toda una vida preparándome para este momento y no estaba en absoluto nerviosa. Aún así, el tiempo me parecía lento y deseé comenzar cuanto antes la purificación. Cerré los ojos y, tras varios minutos, comencé a respirar lenta y profundamente hasta que sentí que todos los músculos de mi cuerpo se relajaban completamente. Alejando todo pensamiento de mí, comencé a dejar de sentir mi cuerpo. No había peso, ni calor ni frío, ni dolor ni placer, no había pensamientos o sensaciones físicas, sólo una vibración que parecía provenir de mi interior y que se movía formando uno con mi consciencia, oscilando en el vacío.

Eclipse anular de sol

Sentía que flotaba y a pesar de que me pareció percibir ovaciones y gritos de asombro, los sonidos pasaron a través de mí como el humo a través de una malla. Percibía sólo el presente y ninguna idea se mantenía adherida a mis pensamientos.

De hecho, no existían pensamientos, no había nada.

No había nada hasta que algunas ideas parecieron tomar forma en mi mente. No eran pensamientos, era algo externo, visible y contundente. En aquel momento la vibración se hizo más intensa y noté como me movía ingrávida de forma más notoria. No hubiera podido decir si mis pies se encontraban bajo mi cabeza o viceversa. Sentía una nebulosa y dejé que las ideas fluyeran sin oponer resistencia mientras la vibración crecía cada vez más.

Sentí que a través de los estímulos de mi cuerpo podría generar una gran energía. Una capacidad de purificación de la conciencia a través de las sensaciones y de llegar a lo profundo en el plano físico. El control mental, la aceptación de la fragilidad, del éxtasis y del dolor podrían favorecer la fortaleza y la pureza del ser humano. Ese proceso no implica un camino de sufrimiento sino más bien de placer, y que es posible controlar las sensaciones y las percepciones, algo que hace tomar conciencia del bien y del mal. La vibración era entonces tan intensa que sentía que mi conciencia se movía de forma pendular, de izquierda a derecha, lo que me proporcionaba cierto vértigo. Cuando sentí que mi cabeza iba a explotar, cesó violentamente y sentí como caía al suelo retomando la consciencia de mi cuerpo y despertando con gran cansancio. Abrí los ojos.

A mi alrededor todo seguía igual. El reptiliano seguía frente a nosotros observándonos y poco a poco recobré la capacidad de escuchar, notando como el gentío seguía gritando y cantando. Cuando miré al resto de seres con los que había estado charlando minutos antes, noté que varios de ellos se habían desmayado, lo que no me sorprendió. Otros, sin embargo, se mantenían erguidos como yo, cubiertos de sudor, respirando agitadamente. Me pregunte si yo tendría el mismo aspecto y comprobé, prestando atención a mi cuerpo, que así era, algo que hizo que terminase de tomar conciencia de mi cuerpo.

Reptil emplumado

Aquellos que se habían desmayado habrían de repetir de nuevo la experiencia, cuando estuviesen preparados. Sin embargo, los que habíamos pasado por el trance sin sufrir el desvanecimieto podríamos comenzar un camino de instrucción espiritual que habíamos entrevisto en las visiones. Me pregunté si todos habríamos percibido lo mismo y de la misma manera o si cada uno lo habría experimentado de una forma diferente.

Observé a los que, como yo, se mantenían en el tablado ya que aquellos que no habían superado el trance se retiraban y unían al resto de la gente.

Ts’u’uy, un galápago de ojos firmes y sabios hablaba con Manik, un joven dulce y sereno que representaba un caballo. Tuukul y Na’ahal, vestidos con atavíos de mono y gato, respectivamente, se abrazaban emocionados. Nuup y Taábal, que también formaban una pareja complementaria y que respectivamente vestían con ropas que imitaban el murciélago y el zorro, se agarraban de la mano y miraban al reptil. Otros como Taanah, Suuk o Habik, pájaro, cocodrilo y pez, se mantenían como yo, y muchos otros más, observando al gentío que se agrupaba celebrando el momento. Yo sería nombrada como Citlalin desde ese momento en adelante. Y en ese instante no pude menos que agradecer a los dioses que me permitieran vivir aquella experiencia.

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Ts’u’uy- Significa «duro» en lengua sagrada 
Manik – Significa «comerciante» en lengua sagrada 
Tuukul – Significa «premeditación» en lengua sagrada 
Na’ahal – Significa «vencer» en lengua sagrada 
Nuup – Significa » conectar» en lengua sagrada 
Taábal – Significa » arraigar» en lengua sagrada 
Taanah – Significa «hogar» en lengua sagrada 
Suuk – Significa «costumbre» en lengua sagrada 
Habik – Significa «abril» en lengua sagrada 
Citlalin – Significa «luna» en lengua sagrada 

Bitácora de Selene; IV (4º parte) – Las bestias de la pirámide escalonada

La esfinge de Chac Mol

Avancé por la sala que se extendía ante mí respirando con dificultad, debido a la alta temperatura y humedad de la habitación, en cuyo fondo, recubierto de oro y piedras preciosas reconocí una escultura familiar, la figura de Horus, mensajero de los dioses, o Chac Mol en lengua sagrada. La esfinge, con incrustaciones de nácar en uñas, dientes y ojos, me miraba, ansiosa. Posé mi mano sobre su cabeza y percibí gruñidos de animales que provenían de la lejanía.

Avancé hacia la puerta más cercana y la abrí. Ya no era de noche, el sol se aproximaba a su cénit y la luna se aproximaba a él. Ante mí se extendían las faldas de una enorme pirámide escalonada de una vara y media de cuerda de altura. Al igual que la gran pirámide de Keops, desde su superficie, que era plana y estaba coronada por un templo por el que yo comencé a descender, pude distinguir cuatro caras de las que constaba, cada una con una escalinata independiente.
La pirámide era protagonista de un gran número de edificios monumentales repartidos a lo largo de una gran llanura repleta de vegetación. A los pies del templo, cientos, quizá miles de personas se agrupaban. Según fui descendiendo por la escalinata, me di cuenta de que lo sonidos que minutos antes había creído de animales, eran aplausos, ovaciones y cánticos sagrados de la masa presente. Al final de la escalera, en una superficie rectangular a varios metros del suelo distinguí un grupo de seres zooformes y recordé que yo también me presentaba ataviada con cuernos de vaca y alas, según la representación clásica de Isis en Egipto.
La pirámide escalonada

 

Al llegar al pequeño tablado, observé que el bestiario reposaba en tronos de piedra y oro en torno a una mesa de jade en cuyo centro, hueco, se erigía una hoguera de pequeñas dimensiones. Un ser con aspecto de saurio me esperaba al llegar con una copa de la que me invitó a beber. A continuación me convidó a acercarme a una poltrona vacía coronada con cuernos de obsidiana. Las bestias charlaban animadamente y me sonrieron cálidamente al llegar, acto que les devolví agradecida. Sabía que los seres que me acompañaban habían seguido el mismo camino que yo para llegar hasta aquí y cada uno representaba una divinidad, según las sagradas profecías, que debía estar presente en el eclipse anular de Sol y la alineación de las Pléyades con el astro rey y la tierra, momento en que, por fin, la Serpiente Emplumada haría su aparición.
Discos solares

Observaba a mis acompañantes fascinada, intentando descifrar el ajuar que portaban. Dragones de varias colas, perros con largas lenguas y pinchos, cabras de grandes colmillos, bestias de dos cabezas, leones arqueros, peces alados, águilas de hueso o ranas con cuernos eran algunas de las formas que, entre otros animales más comunes, pude distinguir. No había ni un solo atisbo de servilismo en ellos, lo que me hizo sentir cómoda. Medio desnudos, muchos portaban en sus cabezas coronas de plumas de colores y símbolos de metal del astro sol y algunas divinidades antiguas sagradas. Sus falos y pechos estaban descubiertos y denotaban su excitación. En la indumentaria de todos ellos pude distinguir el ojo de Ra o disco solar alado.

Un gran número de ellos lucía grandes orejeras hechas de materiales como mica y jade a juego con collares, cinturones y penachos. En brazos y piernas, brazales de metal labrados se confundían con los dibujos y escarificaciones de su piel. Su dentadura, en ocasiones, era afilada y brillaba a la luz de la luna con colores imposibles reflejados por piedras preciosas.

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NOTAS: 
Medidas de longitud:
(*1)  Vara de cuerda – 52,5 metros

Bitácora de Selene; IV (3º parte) – El viaje; Bajo tierra

Tras bajar por las escaleras de varias varas de altura llegué a la caverna de la sangre. La sensación húmeda del recinto y su oscuridad granate silbaban acompañados de susurros cavernosos. Percibí un resplandor al final del túnel que alcancé tras unos pasos. En aquél lugar, sobre un lago rojo, una barca con dos jóvenes aguardaba pacientemente. Semejante a las naves usadas en las fiestas de Amón ésta se diferenciaba en que sus extremos presentaban cabezas de lagarto de cuyas bocas salían espirales metálicas que se hundían en el agua. Dos crestas coronaban sus cabezas y sus cuerpos se unían formando el de un sólo animal.

Asimismo, los hombres que, situados cada uno a un extremo de la barca, portaban los remos y me miraban ansiosos, tenían la nariz aguileña y el pelo largo y lacio, muy brillante, los pómulos salientes y la frente ancha. Sus ojos eran almendrados y su cabeza ancha pero de cráneo alargado. Sus cuerpos estaban completamente surcados de tatuajes y sus dientes presentaban formas particulares como si hubieran sido limados, intercalándose entre ellos piedras preciosas. Subí así a la barca que avanzó durante una hora entre numerosos túneles angostos y oscuros que se mezclaban laberínticamente.

La paredes de los mismos estaban surcadas de jeroglíficos sagrados y egipcios que contaban las historias de estos pasadizos. La mayoría recalcaban señales de advertencia o anuncios de posibles consecuencias espirituales para los que por allí paseasen. Finalmente llegamos a una orilla, aún bajo tierra. Los remeros no hicieron ademán alguno y al llegar, pararon la nave y se mantuvieron inmóviles, mirando al suelo.
Salí de la barca y  me acerqué a unas escaleras, que se desplegaban frente a mí, muy semejantes a las que había bajado hacía apenas una hora. Me dispuse a subirlas mientras oía un susurro ahogado a lo lejos. Al llegar al último escalón encontré un doble portón de piedra labrada con un enorme dragón con grandes pomos como cuernos. Cogí aire y los empujé. 
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>NOTAS: 

Medidas de longitud:
(*1)  Vara de cuerda – 52,5 metros

Bitácora de Selene; IV (2º parte) – El viaje; La Gran Pirámide

Cuando la quinta luna del año alcanzó su fase vacía y Ra atravesaba el signo de Castor y Pólux, símbolo dual y mutable, me despedí de los míos.

Vestida acorde a los auspicios, me dirigí, con un pequeño séquito de tan sólo 20 personas encabezado por Adio, hacía la meseta de Giza. Frente a los frondosos palmerales de la ribera occidental del Nilo, la cohorte se situó frente a las gran pirámide, esperando las señales convenidas.

La Gran Pirámide dorada

Bajo la iluminación de las antorchas, se iniciaron libaciones en almizcle y benjuí acompañadas de salmos sagrados. La invocación, preparada desde hacía días, se producía en un círculo sagrado de incienso que creaba una protección para el cortejo.

Los mejores miembros de mi ejército, músicos, cantantes y algunos sacerdotes, seleccionados cuidadosamente en base a la predicción, me acompañaban en el momento previo a mi muerte. La pirámide, que recubierta de caliza blanca y de finas láminas de oro y plata podía verse, incluso de noche, a varias horas de marcha1), se erigía lánguida y muerta.

De acuerdo a las crónicas del antiguo escriba sagrado, Adio, el gran sacerdote, arrojó las ofrendas a los cuatro puntos cardinales. A los varios minutos, se produjo la resonancia profunda de un silbido lejano, muy intenso, y la tierra tembló bajo nuestros pies. Una enorme nube de polvo, que tapó momentáneamente la mitad inferior de la pirámide, nos sorprendió mientras otro sonido, esta vez más cercano y profundo, aulló bajo la tumba.

Lentamente, el polvo se disipó y el mundo pareció cobrar de nuevo su natural equilibrio. Fue entonces cuando Adio procedió a abrir la puerta de piedra giratoria que componía la entrada al monumento milenario.

Bajada a la cámara subterránea

Al adentrarnos en la pirámide, descendimos por un pasaje angosto de aproximadamente 2 por 2 codos reformados2). Frente a la comitiva, el sacerdote prendía pequeñas antorchas laterales del pasillo que avanzaba unas 15 brazas3) hacia el interior de la construcción. Al final del túnel, otro pasadizo más estrecho, de menos de 2 por 2 codos reformados, se enclavaba aún más en las profundidades del sepulcro.

La cámara del Caos
Se acercaba el momento de mi muerte y ello me excitaba. Sentía latir mi sexo cuando el sonido de los obóes dobles, laúdes y arpas entonaron una nota sagrada que se mantuvo suspendida en el aire durante varios segundos. Ante mis ojos, las paredes de la cámara que ante nosotros se extendía y que debía de medir menos de 1 vara de profundidad4), se abrieron para dejar paso a la comitiva.

En la cámara del Caos, Adio me ayudó a introducirme en el pozo cuadrado. Con un diámetro de 1 braza, en su interior se podían observar ahora una escaleras por las que descendí. -«Has de bajar tu sola«- me dijo, antes de perder a mi compañía y penetrar en el agujero.

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NOTAS: 
Medidas de tiempo:
 (*1)  hora de marcha – 10.500 metros
Medidas de longitud:
(*2)  codo reformado – 523,5 mm
(*3 brazas – 1,80 m
(*4)  vara – 18 m

Bitácora de Selene; IV (1º parte) – La Profecía

Los signos aparecieron tal y como lo hacían en la profecía. Dos símbolos de más de dos varas de cuerda1), cada uno inscritos en la arenas, en tan sólo una noche.

El Regreso de la Séptima Serpiente

Esta predicción, que se pierde en los tiempos a través de las palabras de mis más remotos antepasados, es ignorada por el pueblo y por cualquiera que no posea sangre real. La preparación por mi parte había sido concienzuda, desde que tengo uso de razón..

7 días antes de la fecha exacta, Hammal me trajo la noticia. Recuerdo recorrer el centro de las ruedas con entereza, procurando disipar el temor del pueblo pero con cierto estupor. Allí estaban, tal y como anunciaba el vaticinio. Dos enormes discos monumentales con inscripciones sagradas.

Acudí al gran sacerdote, Adio, que como siempre me recibió pacientemente en su oráculo.

El primer disco es el llamado ‘El Regreso de la Séptima Serpiente‘»- dijo- » En él, podemos leer varias palabras escritas en el antiguo lenguaje sagrado. ‘Sacerdote’, ‘eclipse’ y ‘renacer’ aparecen, entre muchas otras, con la vida y la divinidad en su centro.»- expuso.

Tzolkin, el calendario sagrado

El segundo círculo es el Tzolkin, calendario sagrado. En él hay mucha información.»- dijo con un brillo en los ojos- «Marca la fecha y la hora exactas nombradas por la profecía. En el centro, está dibujado el día 0, día en que las Pléyades, el Sol y la Tierra se alinearán. En esta parte de la figura se ve claramente el eclipse anular de Sol, en el que la luna ocultará parcialmente a Rá. 16 días después del suceso, Venus transitará por él.»- hizo una pausa.

Corrí a la gran biblioteca alejandrina a buscar los papiros sagrados que habría de repasar cuidadosamente durante los dos días siguientes, antes de comenzar el ayuno y abstinencia que durante 5 días me prepararían para el Tsab.

Mis ascendientes esperaban el suceso desde hacía 5.100 años. Yo debía saber qué hacer aunque estoy segura de que la excitación que yo sentía era mayor que la de ningún otro egipcio.

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NOTAS: 
Medidas de longitud:
(*1)  Vara de cuerda – 52,5 metros

Bitácora de Selene; III – Mesoré. Perder por no querer perder

Y hay más gente que se pierde de mi vida. Unos porque yo los aparto, otros porque se apartan ellos, con todo mi dolor.

Mesoré es uno de los gobernantes de mi reino al que más aprecio he tenido. Él no lo creerá pero así es.

Un hombre como pocos que he conocido, una autentica delicia en cuanto a todo. Lo que más disfrutaba con él eran nuestras conversaciones de madrugada, siempre intensas y eternas. Meses y meses pasamos regalándonos horas…

30 siglos del papiro de Turín.
Hay cosas que nunca se pierden

Pocas personas me entendían como él. No puedo evitar que mis ojos se empañen al recordarle, ahora que le he perdido.

El conocía mis escritos, mis anhelos, mis pasiones. Y yo soñaba con que realmente me comprendía a mí. Ahora dudo de si era así, ya que ha tenido por conveniente apartarse de mi camino. Como si nunca hubiese existido el lazo que nos unía, una alianza que me hacía sentir segura y que yo siempre le agradecía de todas las maneras que sabía.

Sus golpes eran casi sagrados. Nadie sabía o supo jamas hacerlo como él. Y tenía un tacto mágico en su piel. Sabía como a esta reina le gustaba que la tratasen y me hacía estremecer de placer sólo con sus letras. Si no hubiese sido así, no hubiésemos pasado tantas horas dejándonos llevar… Podía haber encontrado un esclavo que me torturase en menos de un segundo, pero yo le quería a él

Sé que leerás esto, lo sé. Y que no creerás nada de lo que escriba. Me pediste que escribiese cuando me ataste a aquél árbol, durante toda una noche. Ahora no creo que quieras que lo haga, ni yo tengo fuerzas para hacerlo aunque será un recuerdo que no se borre jamás de mi memoria. Lo guardaré como uno de los más preciados tesoros de mi vida, aunque no lo creas.

Íntimo gobernante de mi reino, me di cuenta de que era peligroso mezclar esta función con nuestras aventuras. Una noche me armé de valor y te lo dije, pero nunca lo entendiste. No entendiste que era peligroso para mi, para mi corazón y para mi territorio. Porque te necesitaba y no quería perderte, mi querido amigo. Ése fue el principio (o el final) de nuestro alejamiento. Te perdí por no querer perderte.

Y lloré mares explicándote que no podíamos seguir así, pero me dijiste que todo era mentira aunque me prometiste que no te perdería. Tú que me protegiste, que me creíste cuando nadie lo hizo, ahora me dejas así. Y todo, ¿por qué? Porque no quise seguir dejando que me atases, que me golpeases, aunque yo adoraba que lo hicieses, porque aquello no me dolía físicamente, no me dolía mentalmente, pero sabes que no me hacía bien. Me sentía bien, muy bien así, pero hay cosas que no debo mezclar, no debo, porque me hacen daño. Y aunque tu te empeñes en querer pensar que ese no es el motivo, así es. No tengo ninguna necesidad de mentir en esto en mis escritos, en mi mundo, en mi terreno, en mi ensueño.

Graffiti erótico de Wadi Hamamat

No entendiste que, para mí, tu eras más importante que todo eso y que por ello actuaba así, porque no quería perderte. Ahora me duele pensar que, tal y como han terminado las cosas, parezca que a tí te interesaban más nuestros juegos. Pero no lo creeré, aun así. No lo creeré. Porque me niego, porque todo lo que compartimos tenía una base mucho más profunda, una base espiritual que, aunque tu cortes, estaba y estará ahí. Y lo sabes.

Perdona si no supe darme cuenta desde un principio de que aquello me hacía daño. Me dejé llevar sin pensar, solo disfrutando contigo cada momento, cada presente, sin pensar en lo que vendría. Perdona si no supe explicarte que aquello no sería eterno. Perdona si me equivoqué, de cualquier manera. Pero sé que nunca quise hacerte daño y que nunca te mentí.

Ahora, con el añil colándose por la ventana me acuerdo de ti.Te has alejado, en todos los aspectos, y el amanecer está vacío.

Bitácora de Selene; II (4º parte) – Khaleb es historia

Y hace mucho tiempo ya que lo es. Si no me he dedicado a escribirlo aún es porque había de quedar en el pasado, lo que ha provocado que el blog quedase congelado unos meses (demasiados) aunque, si me habéis seguido en Twitter, habréis visto que nunca me llegué a ir del todo. Y si precisamente me decido a nombrarlo en este momento es porque he de avanzar en mis memorias y contar cosas mucho más importantes.

Si, es pasto de cocodrilos desde hace mucho tiempo. Prometo contar su historia cuando mi mente no esté dispersa en otros testimonios que ahora mismo son más notables. Sólo diré, de momento, que ese hombre no meritó lo que le di.

Dondequiera que se encuentre su alma, sé que los dioses le pagarán con la moneda con que puso precio a los demás.

Bitácora de Selene; II (3º parte) – Khaleb, iris de hielo



Volvió a aparecerse de nuevo, como un fantasma, dos noches después. Yo estaba hablando con unos soldados que  me hacían reir. Me contaban anécdotas del ejército, dónde habían estado, qué les había pasado… Cuando él apareció uno de ellos me estaba relatando cómo, el pasado verano, tuvo que enfrentarse a un lobo. Yo le sonreía extasiada, ya que adoro las historias de mis hombres, sobre todo las que implican valentía y peligro.

Él se acercó, seguro, y se puso a hablar con uno de los hombres del grupo.  Estaba serio y hablaba sin vacilación. Tenía ganas de que me agarrase de la cintura y me sodomizase allí mismo, frente a mis soldados, pero no se movió. Sin embargo, empecé a sentir en su energía algo que no fluía. Creo que eran celos y que, en el fondo, él tenía más ganas que yo de someterme frente a aquellos hombres y al resto de la sala. Aún no sabía su nombre.
Al cabo de unos minutos, la luz se apagó completamente y se hizo un silencio mortal. La sala principal del Templo de Nut medía más de medio kilómetro cuadrado y en ella, a lo largo de toda su superficie, se extendían metros y metros de alfombras mullidas y cojines de seda y terciopelo, imitando todos los colores. Dispuestas en filas horizontales y separadas por pasillos de varias brazas1) de ancho, desde el fondo de la sala hasta el extremo norte, donde me encontraba yo,  se repartían pequeñas mesas en las que no faltaba el vino, el incienso y el ámbar, la comida, varias piedras de hachís y unas  pequeñas velas que, ahora que la luz principal estaba apagada, le daban al ambiente un tono dorado y místico.
Al fondo de la sala, en el lugar donde yo me encontraba, se levantaba un enorme palco dorado de una vara2) de profundidad a la altura de unos 2 brazas1) sobre el suelo. Desde él podía ver completamente todo lo que sucedía en  el templo y disfrutaba de una intimidad y protección difíciles de conseguir en otro lugar de la celebración. A su vez, la totalidad de la sala estaba recubierta en sus paredes por otro palco gigante, también de oro, que rodeaba el perímetro de la sala en su totalidad. Éste, sin embargo, no estaba destinado al desarrollo de la fiesta en sí, ya que se utilizaba como escenario para los cantantes y bailarines principales que desde allí podían centrarse en realizar su espectáculo sin riesgo de ser molestados por los participantes. El escenario no era regular y una de sus partes era más ancha y profunda ya que se había pensado como escenario principal. Hacia este lugar se dirigían en aquél momento todas las miradas.
Ecnoie, primera bailarina sagrada de Egipto

De forma lejana, un rumor de tambores y sistros se empezó a distinguir entre los silbidos y aplausos de los egipcios. Un haz de luz blanca iluminó el escenario principal dejando ver a contraluz la exuberante figura de una mujer. Todos los presentes sabían de quién se trataba. Era Ecnoie, la bailarina principal del reino, título que se había ganado por ser la mejor que, entre las mujeres, desempeñaba las artes de Polimnia y Terpsícore.

Permanecía inmóvil sobre el escenario cuando, otras luces iluminaron los palcos laterales, dejando ver otros cientos de bailarinas que también podían haber parecido estatuas, por su inmovilidad y porque su piel despedía brillos de pigmentos dorados y verdosos.
Timbales y tambores comenzaron a repiquetear con un ritmo desenfrenado que parecía mover las caderas de las bailarinas, perfectamente sincronizadas, desencajándose de forma antinatural y violenta. Era un baile extraordinariamente hermoso y desenfrenado, casi inhumano, que había dejado hipnotizados a todos los presentes. Con el nuevo compás, Ecnoie lanzó su cadera derecha, de forma titánica, hacia los presentes. Marcando el ritmo, hizo lo mismo con la izquierda. De repente, su cuerpo, de cintura para abajo, pareció ser poseído y comenzó a realizar movimientos automáticos, convulsiones del trance en que, sin duda, los dioses habían querido bendecirla atrapándola. Dando la sensación de que muchos de sus huesos se desencajaban de verdad, imaginabas el sonido de sus caderas, como los golpes que producen las piedras preciosas al chocar entre sí.
La música, producida por flautas, chirimías, trompetas, arpas, guitarras, címbolos y tambores, incrementó su velocidad y volumen lo que hizo que un escalofrío me recorriese la espalda. Los brazos de Ecnoie, que seguía manteniendo bajo su cintura aquél movimiento violentamente reptiliano, comenzaron a moverse de forma vaporosa, imitando las alas de un pájaro. Así, la mejor bailarina de Egipto rendía homenaje a los dioses Amón y Nut en la noche de su unión, representando el movimiento del ave y la cobra, símbolos de la divinidad, del arte y de los ciclos de la vida.
En ese momento sentí su respiración en mi oído. No dijo nada, sólo quería que sintiese sus jadeos de excitación , pausados, con un sonido sordo masculino y salvaje.
Noté su gran mano deslizarse ascendente por mi muslo hasta agarrar mi culo con firmeza. Después, con su otra mano y, a la vez que la poderosa voz de la bailarina principal recorría por primera vez los tímpanos de los presentes, me agarró del pelo y, tirando de él, me obligó a arrodillarme como una simple esclava.
Sin que me diese tiempo a reaccionar, introdujo su enorme glande en mi boca, mientras me miraba con una expresión tosca. Intentó reprimirse pero no pudo evitar un suspiro que hizo que, del placer, mi boca se llenase de saliva como respuesta, tanto que, sin haberlo hecho a propósito, resbalaba por mis pechos y caía hasta el suelo.
Sacando su polla de mi boca, el soldado de ojos verdes me puso entonces a cuatro patas y me penetró.
-“Quiero este culo para mi. Quiero follármelo cada día, ¿entiendes?”- Adoraba la firme voz con que me decía estas cosas (aunque, por otro lado, eran pocas las palabras que le había oído decir. Me preguntaba si hablaría igual fuera de la celebración, si sería capaz de agarrarme con esa firmeza en el caso de que le dejase venir a complacerme a palacio). – Quiero follarme tu culo todas las noches, ¿me estás oyendo?-.
-“Aún no sé cómo te llamas”-. Le respondí.
-“Me llamo Khaleb y te aseguro que me follaré tu culo cada noche”.-
Mientras me decía estas palabras, me penetraba violentamente por detrás. Sentía dolor y placer a partes iguales pero no hubiese querido que parase por nada del mundo.  Miré a mi alrededor y vi al grupo de soldados con quien habíamos estado hablando minutos antes, masturbándose de forma violenta mientras nos miraban. En ese momento, mi vientre se convulsionó y no pude evitar explotar de placer, emitiendo un intenso grito que recorrió toda la sala, ahogando incluso el sonido de la música y los cánticos de Ecnoie y el resto de las bailarinas. Mientras me corría, él seguía repitiéndome una y otra vez -“me follaré tu culo cada noche”-.
Cuando sentí que su polla se convulsionaba dentro de mi y que su semen resbalaba por mis muslos, antes de que caer sobre los cojines y alfombras que teníamos a nuestros pies, murmuré sonriendo:
-“Que así sea”-.

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NOTAS: 
Medidas de longitud:
(*1)  braza – 1,80 metros
(*2 vara – 18 metros

Bitácora de Selene; II (2º parte) – Iris frío, lluvia de leche

Apareció como un demonio. Le vi materializarse entre un grupo de mujeres que bailaban denudas y se reían a carcajadas. Era alto y fuerte. Me miraba fijamente desde unos ojos claros como el cielo, fríos como el hielo. Avanzaba hacia mi con determinación, sin vacilar, con una expresión firme en su rostro. Me gustaba mirar sus piernas, eran fuertes, de guerrero. Quise sonreír pero no pude; había cierta frialdad en esa determinación, podías ver que tenía una idea fija en su mente, una idea que para él debía ser muy clara; no había más.

Grabado egipcio

Caminaba deprisa y a mi me gustaba mirarlo. Finalmente pude sonreír levemente y, sin embargo, él seguía mirándome fijamente, totalmente serio. Disfrute de esos segundos como un animal que espera saltar sobre su presa, disfrutando del ritual, no sólo por lo que ya sabía que iba a suceder, si no porque conocía perfectamente la jugada y eso hacía que sintiese el control sobre la situación, excitándome aún más. Me gustaba jugar con esa mirada.

Cuando llegó hasta mi, aún me quede quieta unos segundos, mirándole a los ojos y sonriendo. No había palabras. Sólo había carne. Y allí, entre cientos de personas, espíritus, incienso, música, todos bailando en un compás desenfrenado, con los cuerpos de alabastro de los bailarines que se convulsionaban al ritmo de la percusión de cientos de tambores, bajo las estatuas de los dioses Amón y Nut que desde algún lugar no corpóreo de la sala se entremezclaban como humo de ámbar y almizcle, rodeados de la excitación de los miles de presentes que silbaban como rugidos, que eran una sola voz de jadeos, risas, cantos y gritos, me agarró del pelo firmemente, como si fuese suya. Sentí en silencio que mi vientre se derretía en tres segundos largos como minutos. Me gustaba sentir sus manos rudas, agarrándome.

El aire llevaba perfumes de alcoba y de sudor. Si escuchabas atentamente, podías oír en intervalos de diez o quince segundos, los jadeos convulsionados de las culminaciones de algunos que llenaban el ambiente de sus espasmos corpóreos y espirituales. Como incensarios vomitando trozos de espíritu al cielo. Con un ligero movimiento de su otra mano sobre su ropa descubrió su enorme polla frente a mi cara. Otros tres segundos y mi vientre comenzó a convulsionarse.

Orgía en la antigua Roma

También le gustaba jugar. Sin soltar mi pelo me rodeó situándose detrás de mi, despacio, sin hablar. Seguía mirándome con una expresión tosca y yo lo agradecí. Se sentó detrás de mi. Me tocaba despacio, con mucha suavidad, haciendo que me sintiese como una nube. Deslizaba sus manos por mis pechos con mucha dulzura y entonces tiró de mi pelo firmemente hacia atrás haciendo que me inclinase levemente. Me mantuve en esa posición, obediente. Después me soltó un poco y siguió acariciándome, deslizando sus manos por mi cuerpo. Estaba tan excitada que el coño me dolía pero me mantenía inmóvil como un animal domesticado. Sentía como reprimía suspiros y yo me mojaba al notarlo. Y entonces la excitación se convirtió en enfermedad.

No había que hablar. Dos llamas moviéndose con un viento perturbado. Me puse a cuatro patas y miré hacia delante. Allí vi a mi guardia mirándome fijamente, dispuestos a reprimir a este macho al menor movimiento peligroso. Aparentaban seriedad pero yo sabía que, en el fondo, bebían a escondidas y no sólo me miraban por querer protegerme. Mientras notaba como él frotaba su glande despacio y dulcemente por mi sexo, me percaté de que también Hammal me miraba y en sus ojos podía ver todo lo que pensaba. Los dos los sabíamos.

Fragmento del Papiro Erótico de Turín

Ya no podía más y empece a balancear mi culo adelante y atrás, como una gatita en celo, que era lo que era. El movimiento me calmaba ligeramente las ganas de ser penetrada pero tenía ganas de chillar y frotarme desesperadamente. Sentía sus deseos y cómo en un arrebato, agarró su pene y, con firmeza, introdujo de golpe su capullo dentro de mi. Entró como si rebotase por dentro y lo saco de nuevo. Me agarró la cara con la mano firmemente, espero unos segundos y me volvió a penetrar, esta vez completamente, desgarrándome por dentro y sin poder yo reprimir un grito. Mientras, me mordía el hombro sin soltarme, como un tigre.

Entraba en mi cuerpo empujando mi fondo, con un ritmo frenético, mientras me agarraba de la cintura sin dejarme una opción de escapar. Me susurraba cosas indecentes al oído que me escandalizaban hasta notar como me ponía colorada mientras sus huevos rebotaban en mi culo. A la tercera vez que lo hizo me corrí, chillando entre el ruido de la multitud. Y a la vez que yo llegaba al clímax, otros jadeos retumbaron en la sala.

No me estaba follando, me estaba castigando con su polla. Me pegaba por dentro e intentaba reventarme, sin más. Entonces, sacó su falo de mí y, manoseándome, me dio la vuelta para derretirse en mi boca. Yo le miraba, obediente, con los ojos muy dulces, la boca muy abierta y la lengua muy mojada. Salió como si reventase, como lo hace el champán y me ungió desde la boca hasta el vientre, con un grito ahogado, de una leche espesa, blanca y dulce, haciendo que mi coño volviese a convulsionarse.

Fragmento del Papiro Erótico de Turín

Perdí el sentido de nuevo mientras volvía a sujetarme y a penetrarme violentamente. Los cánticos sacerdotales, la leche en mi cuerpo, el benjuí, mis manos en su culo, los salmos, mis tetas, las rosas, el no poder moverme, las estatuas, los gemidos, los inciensos, su polla frenética en mi vientre, los bailes, el silencio, las esfinges, los gritos, el Nilo, la carne, los dioses, los susurros, las salmodias, los suspiros reprimidos, los músicos, la gente, el vino, las risas, las tetas de las egipcias aplastadas contra el suelo, los contorsionistas, las pollas, los coños, el sueño, los tambores, las cortinas… las horas diurnas de aquél día las pase con su polla en mi vientre. – No quiero verte follando con otro, ¿me oyes? – me dijo mientras me cubría por detrás y me agarraba la cara con fuerza. – Si te veo follando con otro acabo con él y después te reviento con mi polla. – Me penetró un par de veces con fuerza y, aún con mi cara en su mano, me miró fijamente con sus ojos fríos y me dijo – ¿me has oído? – Volvió a penetrarme hasta el fondo un par de veces y volvió a preguntarme, muy serio – ¿me has oído? — Sí – respondí vacilante, era sólo un juego pero llegué de nuevo a colmar la excitación. Esperó a que mi vientre dejase de convulsionarse y sacó su gran miembro de mi sexo para derramarse de nuevo sobre mi, haciendo resbalar por mi espalda y mi culo su abundante leche caliente.

Bitácora de Selene; II (1º parte) – Las fiestas de Amón

Mientras atravesaba el final de la sala hipóstila del Ipet-Sut (o templo de Amón o Karnak) sentía que la sangre me golpeaba con fuerza en las sienes. Sabía que no tenía sentido porque llevaba horas purificando y ungiéndome, envuelta en incienso y en los cánticos de sacerdotes y la música sagrada. Tal vez era por el día de ayuno aunque no sentía hambre.

Templo de Amón (Karnak)

El pasillo central estaba iluminado por ventanas en la cubierta, mientras que el resto de las grandes columnas permanecían en la oscuridad. Hice una pausa al llegar a la puerta principal. Sentí una ligera brisa en mi cuello. Era Amón. Ya estaba despierto.

Abrí las puertas del santuario y, bajo la iluminación tenue de las velas, allí estaban los 12 sacerdotes sagrados del templo de Amón- Ra y el Sumo Sacerdote, Adio, frente a la estatua, acompañados de cientos de iniciados, nobles y militares. Las libaciones, cánticos y salmos retumbaban en las paredes y en el centro de mi alma. Me acerque lentamente a la estatua, emocionada, para despertar al dios. Tras realizar las invocaciones y ungir la figura de Amón, la vestí solemnemente con un hábito color turquesa y la adorne con collares, pulseras, cetros y amuletos del templo. Los cánticos subieron de intensidad y sentí como se erizaba todo el vello de mi cuerpo. Rompí el sello de la barca y le susurré a la estatua que el agua del Nilo ya había subido y que era el momento de encontrarse con su esposa, Nut.

Barca de Keops, encontrada en Giza

Entre veinte iniciados levantaron el camarín o “Soporte de Esplendor”y elevaron la estatua. A su vez, se abrieron las puertas del templo. La figura de Amón fue trasladada a su naos, situada en el patio, y ésta, levantada por los antes portadores de la figura. Otros cuarenta iniciados levantaron a su vez las otras dos naos con las figuras de Nut y Jonsu. Las tres naves estaban construidas con un casco de oro y sobre todo la de Amón, era realmente espléndida. El avance, rodeado de fumigaciones, cánticos y bailes era digno de observar por un dios. Subí a la nave principal y la comitiva avanzó a través de la Avenida de las esfinges rumbo a la cercana orilla del Nilo, donde miles de egipcios nos esperaban para acompañar al dios en su travesía y regocijarse con la celebración más famosa e importante del año, la gran fiesta de Opet. Sentía a Amón, sentía, la celebración y la magia en el ambiente, la conexión con los presentes, la música golpeando mi alma, mi cuerpo derritiéndose de placer…

Al llegar a la orilla un inmenso cortejo esperaba a la procesión; músicos, cantantes y bailarinas actuaban en honor al dios. La comitiva la abrían los cánticos de los sacerdotes que iban delante de las barcas, entonando unas salmodias, en las que alababan la unión del dios con la esposa divina. Mientras, otros se dedicaban a agitar los sistros o quemar incienso al paso de las embarcaciones. Al llegar a la orilla, se colocaron las naves suavemente sobre el Nilo, comenzando así el ciclo de los 25 días de celebración que se dedicaban a Amón.

Barca sagrada de Amón en la celebración de Opet

La comitiva estaba formada por sacerdotes, miembros del ejército o escoltas, músicos (con instrumentos de cuerda, de aire y de percusión), cantantes que entonaban melodías sagradas, carros reales, bailarinas, contorsionistas y una gran cantidad de tebanos, entre otros egipcios, que venían a celebrar al dios que era su señor y protector .Todo el pueblo de Tebas estaba allí con sus mejores galas, aprovechando una de las pocas ocasiones que tenían para ver las barcas sagradas. Se habían establecido servicios de orden público para preservar que la comitiva no se viera interrumpida por las manifestaciones de alegría del pueblo, aunque a mi encantaban éstas en las fiestas y me parecía que eran una conexión pura con el espíritu de los ciudadanos.

Los sacerdotes quemaban incienso para ahuyentar a los malos espíritus que rondaran cerca de la barca y los tebanos preguntaban al dios como oráculo que contestara con un sí o un no a sus preguntas, dependiendo del movimiento que hiciese en la nave. Yo jugaba con mis esclavas y las carcajadas de éstas y de la gente sólo eran sofocadas en parte por el sonido de los tambores y las salmodias sagradas. Tenía la sensación de estar en trance o drogada…, no sé si por la por la comida, la música, el vino, los tambores, el incienso, la risa, la emoción, la magia… pero me sentía feliz.

Hatshepsut y Tutmosis III siguiendo la barca sagrada

25 días de celebración eran muchos días. El camino hacia éstos, era de sólo tres kilómetros, en cuanto llegásemos a Ipet-Reshyt (o Templo de Nut o Luxor). Allí, en escasas horas, Amón se encontraría con su esposa, Nut, y pasaría la noche con ella, comenzando entonces la verdadera celebración.

(CONTINUARÁ…)