¿Alguna vez has pensado que cada letra tiene su propia personalidad? Yo antes era muy amiga, en general, de todas las letras, pero hará un par de décadas nos distanciamos…
Las echo de menos y, a veces, le doy vueltas… si me disculpo, ¿me podrán perdonar…? Es cierto que hace años que únicamente me relaciono con ellas para cuestiones mecánicas o administrativas (a ver, es su trabajo también…), pero echo de menos jugar con ellas, sus tintineos juguetones y sus risas veladas tras el papel… Honestamente, las extraño mucho, pero no sé si podré ganarme de nuevo su confianza…
Probaré a pedirle consejo a la letra ‘M’. Esta letra y yo tenemos varias cosas en común, además de que fue la primera que conocí y siempre me he sentido acompañada por ella en mi vida…
Algunos creen que es una letra fuerte e inaccesible, por eso de los pinchos y tal… Sin embargo, es mucho más compleja que eso…
Te contaré algo, ella siempre comienza su existencia partiendo desde lo más bajo, para después subir muy, muy alto. Sube recto y todo lo que le es posible desde un primer momento, aunque, una vez arriba, no se mantiene (… como harían una P, una F o una R…).
El caso es que “por H o por B”, la M vuelve a caer de nuevo, hasta lo más bajo. Podríamos llamar a este punto el M.M.M. (Momento Memento Mori) y es ahí, en lo más profundo, donde se encuentra a mitad de su vida…
La gracia de la M es que es muy cabezona y, durante la segunda mitad de su existencia consigue volver a subir. Además, cuando lo hace, consigue llegar tan arriba como la primera vez… Por supuesto, como todos, al final de su vida, cae de nuevo (pocas pueden tener la suerte de acabar tan alto como una F…). Este carácter trágico y combativo es lo que marca en la M su silueta, tan llamativa y temperamental…
En contraste, a veces pienso en la perfecta simetría existencial de la A… Nunca dejará de asombrarme como, justo a mitad de su vida, se encuentra en su punto más álgido… Qué diferente y plácida deber ser esa existencia…
Sí, sin duda, preguntar a la M es lo más prudente y diplomático. Asimismo, también podría ser interesante consultar con la S que, a pesar de su tremenda suerte y elegancia naturales, es una letra muy flexible, comprensiva y empática.
Con las que quizá me da un poco más de respeto hablar, son la Z, que nunca tiene claro lo que quiere, y la X, que normalmente anda cruzadísima… Además, no tengo tanta confianza con ellas, siempre andan perdidas…
Bueno, pues allá va:
“Querida letra M…
Nunca se escribe por placer. Cuando de verdad se escribe, es con dolor desgarrado. Cuestión por la que me cuesta comprender por qué, a excepción de lo poco publicado en este blog, prácticamente no he escrito nada en estos últimos 20 años…
A veces escribir no desahoga, quema. Por eso, casi es mejor que, durante un tiempo, todo ese vómito de fuego se quede en las entrañas, protegiendo al resto del mundo…
El problema del mundo es cuestión de tiempo.
Si nuestra vida durase eternamente cumpliríamos todos nuestros deseos.
El poeta escribe. No para ser leído. Gusta desde que tiene uso de razón de buscar el más estremecedor de sus sentimientos. Ésa es la base del poeta. El estremecimiento. Sólo eso le calma.
No escribe porque quiere. Vomita.
Y si no vomita no hay poesía. Es la cantera de la maza.
Y es un dolor más hermoso que cualquier alegría. Porque el viento le susurra entre el pelo frases que las musas ya llevaron a sus oídos antes de morir otra veces.
Es un don que pocos conocen. El estremecimiento de vomitar sentimientos de forma tan dulce. Y esos sentimientos se tornan hermosos al pasar por el papel. Y cuanto más dolorosos son, más placer dan al que escribe.
Todo poeta es sumiso. Porque está entregado al vómito de su alma y lo espera anhelante. Una expresión involuntaria que satisface como un orgasmo. Un orgasmo que se percibe aunque no es ese su fin.
Es el dolor su mayor tesoro y lo que le guía.
Y las palabras son catárticas. Una vez escritas cambian esa emoción a través del placer.
El poeta es sumiso del capricho del arte. Y es masoquista porque sólo escribe al vomitar dolor. Dolor de belleza, dolor de fealdad. Pero es siempre dolor. Y sin él no hay poesía.
La primera entrega es como el primer amor. Tan pura. No cree el sumiso que puede terminar, así como el adolescente tocado por primera vez por la mano de Afrodita no distingue futuro.
Por eso es tan dulce y tan dolorosa. Por eso duele más pensar en las manchas que deja que en lo que se perdió.
Es el animal inocente que no conoce la mano del hombre.
Es irrecuperable. Esencial.
Vienes a mi puerta y me hablas. Me hablas como nos hablábamos antes de amarnos. No sospechas que es imposible. Que nunca seremos aquellos. Al menos mientras seamos nosotros. Y es hermoso haber podido ser nosotros. Y ser nosotros más que volver a ser aquellos.
Tu no entiendes nada. No ves que un abrazo es la única redención. En días como hoy me gustaría que supieses sentir. Pero los dioses te hicieron como eres y a mí como soy. Sólo para crear la mayor tragedia, la de un alma muerta y una muerta demasiado viva.
No hubo nunca una historia tan triste. Sin familias, sin venenos («El hada voló y él siguió con sus códigos»). Cada uno tiene lo que necesita.
Hoy sentada en al balcón, viendo amanecer, no me importa. Sólo vomito. Pero no lo entiendes.
En días como hoy me gustaría que supieses sentir. Te pierdes tanta belleza…
Un abrazo que nunca se dio. Una despedida inexistente. No entiendes. No entiendes que los dioses fueron más crueles contigo que conmigo. De alguna manera, tu también te regocijas en tu desgracia. Tu desgracia es no sentir. Pero no lo entiendes.
No está al alcance de los hombres concebir tu desgracia. Por eso te quise. Por eso te odié.
No hubo nunca una historia tan triste. La del amor amando a la muerte. La de la muerte matando al amor. Amor y Muerte. Concebidos para existir juntos y condenados a estar separados.
Pero prefiero ser amor. Y la muerte no lo entiende. Mejor para la muerte. Mejor para el amor.
Todos los presentes se disponían de modo caótico, desorganizadamente, en el inmenso mar humano que se extendía ante nosotros. Licores y cachimbas con bebidas fermentadas y hongos alucinógenos, acompañadas de libaciones de fragancias exóticas, recorrían aquella vastedad . Una mujer se acercó a mi. Dijo llamarse Muk’ Yah y se ofreció a servirme de guía, lo cual, aunque agradecí, no me pareció del todo necesario. Bajamos del proscenio y paseamos entre los asistentes con lo que pude determinar de forma más precisa detalles que antes se me escapaban.
Y efectivamente la concurrencia ofrecía detalles que antes no había percibido. La mayoría estaban ebrios y se recreaban en diversiones dispares mientras gritaban y soltaban risotadas. Ahora, los individuos que se encontraban en la pirámide y el escenario se divisaban insignificantes.Era entretenido observar la variedad de adornos y ajuares que se lucían y que denotaban, por lo que parecía, diferentes categorías sociales. Desde plumajes, penachos, tatuajes, escarificaciones y piedras preciosas a carriolas llevadas por comitivas y comparsas de hombres, mujeres, bailarines o músicos dependiendo su número y ceremonia de la posición o rango del escoltado.
Algunas de las distracciones más ordinarias de los espectadores consistían en bailes, desnudamientos, apuestas, competiciones, retos, rifas o juegos de mesa. Sin embargo, a medida que avanzaba la noche y aumentaba la embriaguez, los entretenimientos fueron alterándose y tomando aspectos más carnales.
Advertí como el pueblo gozaba de cierta inclinación por juegos sexuales más intensos como fustigamientos, suspensiones, ataduras, asfixia, privación de los sentidos, perforaciones, fistings o juegos con comida y fluidos corporales. Mujeres de vaginas dentadas masturbaban a jóvenes que diseminaban su semen sobre la tierra, para fecundarla. La vírgenes derramaban la sangre de su desfloración violentadas por valiosos consoladores compuestos de joyas, mientras interpretaban dramatizaciones consagradas. Prostitutas sagradas y esclavos sexuales realizaban ofrendas con su propia sangre mientras, en trance, danzaban al ritmo de los tambores. Varios jóvenes ensartaban sus penes en un mismo hilo, uniendo su energía vital para ofrecerla a los disoes.
Mi guía me introducía en todo ello, explicándome su naturaleza y habilidad a la vez que me presentaba a muchos de los asistentes. Mientras avanzaba entre la multitud me sentía observada desde el púlpito.
Una de las personas a la que Muk’ Yah me presentó fue a Kaabil, un noble de complexión robusta y ojos cálidos con una gran destreza en el arte de las cuerdas. Tras varios minutos hablando con él me ofreció probar con él sus ataduras, a lo que accedí complacida. Me realizó un hermoso y complejo traje de cuerdas blancas que, liándose en mi cuello, se anudaban al rededor de mí en hileras horizontales y paralelas, uniéndose en la parte frontal de mi tronco formando anillas. Dos ejes de cuerdas verticales partían a su vez desde la parte superior de mi pecho, se introducían a través de mi entrepierna, y subían entre mis nalgas, para terminar, tras recorrer mi espalda, anudándose en mi nuca. Además, dos cabos de cuerda bajaban por ambos lados de mis caderas, realizando una vuelta a mitad de mis muslos, a modo de liga, y terminando atadas por un nudo en la parte exterior de los mismos, de forma que sus dos extremos colgaban sueltos haciendo de ligueros.
Me volví de nuevo hacia el proscenio; no podía evitar mirar hacia Suuk. Instintivamente, percibía de él algo que me llamaba la atención. Su forma de moverse era tranquila pero excesivamente firme. Estaba lejos y no podía distinguir bien su rostro pero en aquél momento caí en la cuenta de que él también me miraba.
En aquel momento, un ensordecedor ruido de tambores y ovaciones recorrieron la explanada. La tierra comenzó a vibrar tal y como lo hiciese cuando me introduje en la Gran Pirámide y, de pronto, el cielo se hizo más y más claro. Una enorme bola de luz se erigía en él. Crecía y disminuía y cambiaba de color alternando del rojo al verde y al azul de modo aleatorio. Kukulkán.
¡Qué rápido pasa el tiempo! Ya se acerca de nuevo Samhain o, como lo llamarán muchos, Halloween. Este año no he prestado mucha atención a los rituales de la rueda del año y por ello, me parece que no debo crear uno para Samhain, teniendo en cuenta que es el único que creé el año pasado. Por eso, voy simplemente a poner enlaces a los post que publiqué en 2010 para esta festividad y prometo que, a partir de ahora, actualizaré los rituales correspondientes al resto de fiestas que vengan. Así pues, os dejo los enlaces de: